“La Avenida Duarte del Municipio de Gaspar Hernández, Provincia Espaillat, República dominica, está arrabalizada” es la expresión continua que se escucha decir cuando pasamos por la principal avenida, si se le puede llamar avenida, porque a veces me confundo y llego a pensar que estoy en un mercado y por qué no en un matadero.
Digo matadero porque es la única palabra con la que puedo identificar la visión cuando paso por las carnicerías y veo como allí se exhibe la carne que se vende.
Pero eso no es todo, y qué decir cuando vamos caminando por las aceras y tenemos que bajar a la calle, porque la bandeja de ropas nos obstruye el paso ¿Es un casos caminar por nuestra avenida, verdad? Sobre todo cuando vemos esas madres de nacionalidad haitiana amamantando a sus hijos, en plena avenida, sin ningún pudor.
¡AH!, pero eso no es todo, y qué me dicen de los ventorrillos que la mercancía que venden ocupa toda la acera y como si fuera poco la basura y el hedor nos da en la cara. ¡POR FAVOR! Ya es hora de que nuestras aceras estén libre para caminar, o de lo contrario seguiremos arriesgando nuestras vidas lanzándonos a la calle.
Ya a cien años sería como para preocuparnos esta situación, pero mi pregunta es la siguiente:
¿Qué están haciendo las autoridades competentes para dar fin a esta nefasta realidad; o será que viven en otra ciudad que de estas cosas no se enteran?
Mientras tanto, yo seguiré de rodillas orando para que las autoridades competentes de este pueblo no esperen cien años más para que se apiaden de nuestra avenida. ¡“OJALÁ”! alguien pueda salvarnos de esta dura realidad.
Digo matadero porque es la única palabra con la que puedo identificar la visión cuando paso por las carnicerías y veo como allí se exhibe la carne que se vende.
Pero eso no es todo, y qué decir cuando vamos caminando por las aceras y tenemos que bajar a la calle, porque la bandeja de ropas nos obstruye el paso ¿Es un casos caminar por nuestra avenida, verdad? Sobre todo cuando vemos esas madres de nacionalidad haitiana amamantando a sus hijos, en plena avenida, sin ningún pudor.
¡AH!, pero eso no es todo, y qué me dicen de los ventorrillos que la mercancía que venden ocupa toda la acera y como si fuera poco la basura y el hedor nos da en la cara. ¡POR FAVOR! Ya es hora de que nuestras aceras estén libre para caminar, o de lo contrario seguiremos arriesgando nuestras vidas lanzándonos a la calle.
Ya a cien años sería como para preocuparnos esta situación, pero mi pregunta es la siguiente:
¿Qué están haciendo las autoridades competentes para dar fin a esta nefasta realidad; o será que viven en otra ciudad que de estas cosas no se enteran?
Mientras tanto, yo seguiré de rodillas orando para que las autoridades competentes de este pueblo no esperen cien años más para que se apiaden de nuestra avenida. ¡“OJALÁ”! alguien pueda salvarnos de esta dura realidad.
Por,
Arisleyda García Merette.
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