Se ha manifestado siempre que la fe es la certeza de lo que no se ve, así lo establece La Santa Biblia, pero ¿cómo se mantiene esta fe? Si vivimos en un mundo donde ya no sabemos si mantener la fe o alimentar las asperezas y la incertidumbre, donde el dolor y la desgracia hacen presente en lo más intrínseco de la vida del hombre, donde ya no se vislumbra un mañana, sino un límite que a través del pavor se deja sentir en nuestra sociedad.
Parece que hemos optado las palabras incertidumbre, pánico, horror, por la palabra FE. Olvidándonos que por medio de la fe, podemos creer y lograr que ha de existir un mañana de paz, seguridad, esperanza, y amor donde el niño ya no tendrá temor de convertirse en adulto, donde andar libre por las calles, ya no será un sueño, donde la seguridad individual será una realidad, pero sobre todo un mañana donde las autoridades aboguen porque se cumplan los pactos sobre derechos humanos, que los mismos sean reconocidos como prerrogativas de cada ser humano. Un mañana donde las autoridades entiendan que ante la ley de Dios, todos somos iguales.
Parece que hemos optado las palabras incertidumbre, pánico, horror, por la palabra FE. Olvidándonos que por medio de la fe, podemos creer y lograr que ha de existir un mañana de paz, seguridad, esperanza, y amor donde el niño ya no tendrá temor de convertirse en adulto, donde andar libre por las calles, ya no será un sueño, donde la seguridad individual será una realidad, pero sobre todo un mañana donde las autoridades aboguen porque se cumplan los pactos sobre derechos humanos, que los mismos sean reconocidos como prerrogativas de cada ser humano. Un mañana donde las autoridades entiendan que ante la ley de Dios, todos somos iguales.
Por,
Arisleyda García Merette.
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